Por Alberto Ávila Salazar

Hubo un momento en el que el Maligno dejó de ser un fétido macho cabrío, un sátiro cornudo con la cola terminada en forma de punta de flecha y volvió a ser tan apuesto y hermoso como es fácil imaginárselo leyendo la Biblia: “Eras el sello de una obra maestra, lleno de sabiduría, acabado en belleza”, dice el profeta Ezequiel (Ez. 28:12); el mismo Jesús le vio caer rutilante: “Yo veía a Satanás caer del Cielo como un rayo” (Lc. 10:18). Elisabeth Frensel ya se percató de este nada pequeño detalle en su Diccionario de argumentos de la literatura universal, donde apunta que “ya no es una creencia, sino un motivo estético.” Mario Praz en La carne, la muerte y el Diablo (en la literatura Romántica) ya había señalado que “la belleza es un atributo permanente de Satanás”. 

John Milton, el poeta ciego, transformó a Satanás en un insumiso de trágico destino con el que es difícil no identificarse. La rebelión en El Paraíso Perdido ocupa posiblemente las mejores páginas de una absoluta maestra. Previamente era un miserable tentador, la maléfica criatura que, desde las sombras, quebranta los destinos de los seres humanos. Pero Milton nos recordó que él mismo tenía un destino. Su destino truncado y sus ambiciones tan dolorosamente humanas hacen que, al convertirse en personaje, adquiriera una nueva dimensión arquetípica. William Blake fue mucho más contundente cuando hizo notar que “Milton escribió prisionero cuando habló de los Ángeles y de Dios, y en libertad cuando habló del infierno y los Demonios, porque fue un verdadero poeta y, sin saberlo, del partido de los Demonios”.

El Romanticismo se apiadó del Caído. Los poetas se vieron identificados con la tragedia diabólica y Goethe, Byron, Chateaubriand y tantos otros, se detuvieron en Satanás, lo reinventaron. Quizás el que más alto levantó la voz fue el turbulento Baudelaire en sus Letanías de Satán: “Oh, tú el más hermoso y sabio de los ángeles / dios privado de suerte y falto de alabanzas / ¡Oh, Satán ten piedad de mi larga miseria!”

En el cine, y más en las últimas décadas, el Maléfico siguió siendo igual de bello, actores, si no bellos muy carismáticos, como Robert De Niro, Viggo Mortensen, Max von Sydow, Terence Stamp, Vincent Price o Gary Oldman se han puesto la capa del Diablo. Y cuando han sido féminas no ha cambiado la dinámica, pues tenemos como ejemplo a Rosalinda Celentano o Elizabeth Hurley. Así que tengan cuidado, Satanás es tentador y, como nos recuerda Juan José Arreola, en esta partida de ajedrez “el Diablo juega ahora las piezas blancas”.