Por Jacqueline Pingarrón

Durante gran parte de su vida el autor más célebre de lo que hoy denominamos Horror Cósmico, H.P. Lovecraft, estuvo inmerso en incansables noches maratonianas de escritura e investigación científica.

De voraz curiosidad, es innegable que el genio de Providence tuvo una formación autodidacta en ciencias más que admirable, puesto que aparte de poblar nuestras pesadillas de dioses primigenios y exteriores, escribió varios artículos atacando la charlatanería y la pseudociencia en aras de un racionalismo y una actitud crítica y lógica ante la vida, y prueba de ello son las perlas que, escondidas entre sus relatos, nos hacen vislumbrar teorías más que novedosas en su época como la Teoría de la Relatividad, lanzada por A. Einstein en 1905, y que 21 años después, tiempo suficiente para haberla conocido, estudiado y asimilado, es plasmada en una de sus obras más famosas: La Llamada de Cthulhu, publicada en 1926.

Porque aunque en una primera lectura las aventuras del marino Johansen puedan parecer sacadas de la locura y el horror, fruto de desvaríos de una mente enferma, en una segunda, con mente científica y crítica podemos ver el resultado de burbujas gravitacionales, curvaturas espaciales y dilaciones temporales, más que consistentes con la Teoría de la Relatividad de Einstein.

Basados en el artículo de B. K. Tippet, Possibles Bubbles of Spacetime Curvatures in the South Pacific, publicado en 2012, podemos volver a leer el relato de Lovecraft desde un punto de vista totalmente científico y relativista, y comprobar que cuando el marino Johansen describe la arquitectura ciclópea que observa en la isla circunscrita dentro de la burbuja gravitacional, y alude a ella con términos no euclidianos, lo que en realidad está viendo son columnas, puertas y estructuras convencionales, curvadas de forma extrañas y sesgadas de maneras imposibles, puesto que la gravedad curva las trayectorias de la luz: por tanto no es la arquitectura la que está curvada de forma onírica e imposible, sino el espacio que la contiene. Huelga explicar aquí el efecto que la gravedad infringe a nuestra realidad curvando la malla espacio-temporal, puesto que eso daría para toda una serie de artículos, pero resumiendo, una gran masa contenida en un espacio relativamente pequeño puede curvar el tejido espacio- tiempo, deformando la realidad visible y la forma que tenemos de relacionarnos con conceptos que para nosotros son lineales e inalterables como la distancia o el tiempo.

Las ecuaciones de Einstein predicen los pliegues en esta red espacio-tiempo, y una forma muy característica de curvatura son los agujeros gusano, que conectarían debido a esta deformación extrema del espacio-tiempo, dos realidades en principio muy separadas en tiempo y distancia, haciendo que teóricamente puedan visitarse dos puntos muy alejados en el tiempo y en el espacio en un lapso significativamente pequeño. Son estos agujeros de gusano, los que utilizarían la física relativista y el maestro Lovecraft, para explicar la presencia de estos seres extradimensionales, o al menos, habitados en tiempos y espacios no conocidos por nuestra mente humana.

Para mantener un agujero de gusano abierto, haría falta una cantidad desconocida de materia negativa (que generaría la antigravedad suficiente como para mantener el agujero de gusano abierto el suficiente tiempo para que estos seres habiten o en este caso, el naufragio del buque sea testigo de ello). El autor no hace referencia a la materia extraña que ha de provocar esta curvatura extrema, pero puede explicar bastantes cosas del relato en cuestión: primero, que un agujero gusano, teóricamente sería visto desde fuera como una esfera de cristal, no como un agujero en sí mismo, por lo que dentro de la burbuja podríamos ver la realidad curvada, o no euclidiana. Y segundo, explicaría desde un punto relativista, que los dioses primigenios o cualquier entidad situada en el centro de la burbuja no perciban el paso del tiempo, y que respecto a un observador inercial situado en el mundo exterior, le parezca inmutable durante eones, cuando desde dentro de la burbujas pueden pasar sólo días.

Como podemos ver, los conocimientos de H.P. Lovecraft sobre física y ciencia sentaron las bases para que autores contemporáneos y posteriores, desarrollaran una ciencia ficción seria y sólida, creando lo que más tarde se denominó Mitos de Cthulhu y Horror Cósmico, difuminando más aun si cabe la frontera entre terror y ciencia. Y es que en un comienzo de siglo azotado y agitado por dos premisas físicas que hicieron tambalear toda la ortodoxia científica, como la física cuántica y la relativista, el miedo al progreso que significaban las conclusiones extrañas y heréticas que se podían deducir de ellas, hace que el ser humano tome un papel ínfimo en la inmensidad del universo, con sus leyes extrañas y hostiles. Hemos dejado de ser, de un plumazo, los garantes de nuestro destino, la consecuencia de la evolución, el centro de nuestro mundo, para pasar a ser casi peleles al amparo de fuerzas y seres que apenas llegamos a entender, a leyes que no podemos comprender con la estructura cerebral que la evolución nos ha dado, y a conceptos y realidades, cuyo conocimiento nos lleva a la locura o a la muerte, un tema clásico en los relatos del maestro Lovecraft.

Sin duda, el miedo al abismo, a la negrura, a lo insondable, fue moldeado de una forma magistral por el que llaman el mejor de los malos escritores, en una serie de relatos de literatura pulp espolvoreados con una precisa y exacta dosis de ciencia, para hacernos caer en terrores infinitos, factibles y explicables.